La boda de María y Nacho en el Soto de Mónico
«Nacho y yo nos conocimos en el verano de 2014, en casa de su amigo Carlos en unas copas. La verdad es que desde el primer momento nos gustamos, desde ese día Nacho me hablaba de que algún día nos casaríamos. A los pocos meses empezamos a salir y después de estar juntos 9 años y 1 día, así fue, nos casamos».
«Después del novio, una de las decisiones más importantes de la boda eran el vestido y el diseñador. Me gusta mucho la moda, tengo un estilo muy particular y quería que el traje lo reflejase. Mi madre conocía a Álvaro Poydel y no falló cuando me dijo que mí traje lo tenía que hacer él».
Ana Reyna fue su maquilladora y quien le peinó. «Ana nos ha maquillado en todas las bodas de mi familia y no sólo hace un trabajazo sino que además lo pasamos siempre fenomenal, como entre amigas».
La bata que llevó fue de Namur y los zapatos de Sveti Stefan.
«Todo lo que os diga de Álvaro, su equipo y su talento, es poco. Fue, sin duda, lo que más disfruté de toda la organización; las tardes en su atelier con mi madre, mi tía y mis hermanas. Álvaro supo aterrizar a la perfección lo que mejor quedaría y el resultado fue un tres piezas muy Hollywood de los años 50».
«Para las joyas quise intentar mantener un look muy minimal, como el vestido ya era bastante historiado había que guardar un balance. Llevé el anillo con el que Nacho me pidió matrimonio y otro que me regaló mi padre y que está hecho con uno de los pendientes de pedida de mi bisabuela. Los pendientes me los prestó mi hermana, fue los que ella llevó en su boda y son estilo Art Decó antiguos».
«El día antes de la boda me acordé de que no tenía ramo y fuimos a un vivero y con algunas de mis primas. Una de ellas me regaló una medalla de Santa Ana, como se llamaba nuestra abuela, para ponerla en el ramo y así pude llevar un poco de ella ese día».
«Nacho llevaba un chaqué de Budiman, la sastrería de un amigo suyo, zapatos de Hackett, corbata de Salvatore Ferragamo, gemelos antiguos de su abuelo y el reloj de la pedida».
Estaban entre los invitados Belén e Ignacio, que publicamos su boda en noviembre de 2022.
Se casaron en San Fermín de los Navarros. «Ha sido la iglesia que nos ha visto crecer a ambos, donde se casaron los padres de Nacho y los míos, donde me bautizaron. Es una iglesia que significa mucho para los dos».
Eligieron el Soto de Mónico. «Es un sitio muy bonito y lo hacen todo fenomenal. Supieron adaptarse muy bien a lo que les pedimos y todo el mundo nos dijo que estaba todo riquísimo».
Alfabia fueron los encargados de hacer la decoración de la iglesia y de la finca. «La verdad que fue todo muy fácil, a la primera entendieron perfectamente lo que buscábamos; tienen mucho gusto y sentido de la estética. Queríamos todo muy verde y asilvestrado, con poca flor y tonos otoñales».
«Tener una hermana artista siempre es bien, pero cuando te casas es incluso mejor. Una de mis hermanas, arquitecta y co-fundadora del estudio GudeChico fue la que nos ayudó con todo el diseño de las invitaciones, meseros, seating plan. Fue un éxito total. Para las mesas elegimos cosas que nos gustan y representan de España y nos los pasamos genial eligiéndolas».
El catering lo sirvió El Grupo Mónico.
«Para el coctel tuvimos un grupo de Jazz llamado SoWhat, la verdad es que lo hicieron fenomenal. Para el momento fiesta el DJ fue Diego Gilca, no lo hay mejor; la pista estuvo llena desde el minuto uno y no paramos de bailar. A mitad de la disco, más o menos, vino el equipo de CotillonParty con atrezzo de fiesta que fue el cúlmen».
Los fotógrafos de la boda fueron Plataforma. «Fueron los encargados de las fotos y el video y la verdad es que estamos felices. Fue todo muy cómodo y el resultado de diez».