Cinco historias de amor por Cartier
Las joyas esconden siempre historias de amor de algún tipo. He pedido a cinco amigas que me cuenten la relación que tienen con sus joyas de Cartier y estas son sus historias de amor:
Blanca Miró, emprendedora, diseñadora y co fundadora de La Veste y Delarge.
«Una pieza importante como en este caso el Baignoire de Cartier siempre tiene alguna historia detrás, aunque para mí, si soy sincera, todo lo que llevo puesto en mi día a día -como suelen ser las joyas o relojes- necesito que cuenten algo para que tenga un sentido y sobre todo para que no sienta la necesidad de ir cambiándolos constantemente. Siempre he sido una fan absoluta de todo lo que crea y ha creado hasta ahora la Maison Cartier.
Tengo una especie de obsesión por todo lo vintage y siempre que puedo -esté donde esté del mundo- busco piezas únicas o de inspiración. Mi madre es interiorista, así que algo que suele buscar mucho para sus proyectos son bañeras antiguas. Siempre he soñado con tener una en una casita de campo, meterme dentro con espuma hasta arriba y observar desde un ventanal gigante. Suelo teletransportarme mentalmente ahí cuando necesito evadirme. El hecho de que esta joya/reloj esté inspirado en una bañera, me traslada a ese momento y además, la madurez de los años me hace querer llevar puesto un reloj que, a la vez es una joya/brazalete, cosa que hace años cuando era una niña nunca hubiese imaginado ya que lo veía como algo de adulto».
«Mi reloj Panthère es un regalo de mis padres por mi graduación. Es el tamaño perfecto porque me gustan los relojes pequeños y que sea un reloj/pulsera y este lo es. Para mí, Cartier significa diseño y legado. Recuerdo en uno de los viajes que hice a México con Cartier, que me hablaban de la inmortalidad de las joyas. Me encantó entender como una joya no es únicamente un accesorio decorativo sino que sirven para marcar momentos. Mi Panthère me está marcando muchos y muy bonitos».
Gabriela Palatchi cocinera y dueña del catering de Gabfoods.
«El día que fui a dar a luz llevaba mi pulsera Love de Cartier, y cuando llegué al hospital mi matrona me dijo que me la tenía que quitar o me la tendrían que cortar. La pulsera Love de Cartier tiene un sistema de cierre que solo se puede abrir con un destornillador pequeño y el mío estaba en Turquía. Yo horrorizada llamé a mi querido amigo Santiago Asensio, director de comunicación de Cartier, a las diez y media de la noche (era un domingo) y le dije que necesitaba el destornillador. Santi consiguió abrir la tienda para coger el destornillador, pero finalmente fue mi madre la que al final encontró uno en su casa».
«Siempre llevo conmigo un reloj Santos de Cartier tamaño mediano. Para mí es una pieza importantísima, se la regaló mi padre a mi madre cuando eran novios y se ha convertido en una especie de amuleto que no me quito. Me encanta pensar en la permanencia de este tipo de relojes que duran varias vidas».