La boda de Connie y Pablo en L’ Empordà
El primer fin de semana de mayo, estuve en la boda de mi amiga Connie que se casó con Pablo en L’ Empordà. Les presentaron unos amigos en común en una cena hace ya unos años. «Conectamos desde ese momento, pero sobre todo al día siguiente que salimos juntos a la discoteca Razzmatazz. Tras varias horas de música random y mucha conversación profunda, me enamoré hasta las trancas», me cuenta ella.
Connie es Green curator & consultant y siempre había querido diseñar ella misma su vestido de novia con piezas vintage. «Me encanta lo antiguo y siento que reduzco el consumismo al comprar de segunda mano». Compró una sábana de lino antigua y una camisa de encaje de materiales naturales y buscó a una modista que lo hiciera realidad: Lorena O’Campo.
Lorena es modista de alta costura y trabaja con grandes casas como Basaldúa y Eduardo Ladrón de Guevara que le encargan sus vestidos más laboriosos. «Hizo un trabajo espectacular transformando la sábana en falda siguiendo todas mis complicadas exigencias y rehizo la camisa entera para que me quedara como un guante», recuerda Connie.
Las joyas son una de las grandes aficiones de la novia que creó su propia marca de joyas con una amiga hace tiempo y ahora se dedica a hacer joyas personalizadas como hobby. Para el día de la boda escogió, sobre todo, joyas antiguas: anillo solitario de su abuela; un reloj y una medalla antigua art decó de su tía abuela; y una cruz de la misma época que le regalaron los padres de Pablo. Los pendientes los diseñó ella misma y los elaboró su taller.
Montserrat Ribalta se encargó del maquillaje y peinado de la novia. «Quería ir muy natural y nada cursi».
En Cataluña es tradición que uno de los mejores amigos del novio lleve el ramo de flores a la novia y le lea una poesía.
La ceremonia religiosa fue en la Iglesia de Sant Pere d’Ullastret. «La quería exactamente así: de piedra, sencilla y antigua obviamente, es románica del siglo XI.
El ramo de flores era de Mosaic Flowers. «Margaux, amiga mía, es artista floral, por lo que sus ramos son obras de arte. Le dije que quería un ramo muy vivo y colorido de flores frescas por supuesto, y con eso ya lo clavó.»
Los zapatos también eran de segunda mano, pero nuevos de una novia que nunca los usó.
Al terminar, los novios salieron andando y dieron un paseo por el pueblo mientras salían los invitados de la iglesia para «evitar el show«.
Connie y Pablo querían casarse en el Castillo de Caramany que es de un íntimo amigo del novio. Como estaba ocupado, eligieron otra masía bonita de la zona.
A Connie le daba «fobia tener una boda típica» y quería hacer algo más informal y natural, para lo que contaron con la ayuda de Maite Mach, «sin ellos no habríamos podido hacerlo». Organizaron una macrobarbacoa con los productos a la brasa de El Huaso. A los aperitivos de El Huaso, añadieron quesos de Formaje (los novios son muy queseros) y unos aperitivos veggies.
El postre fue recuit con compotas (postre típico de L’ Empordà) y varias tartas sin gluten, que consiguió también Maite Mach entre las mejores reposteras caseras de la zona.
El segundo vestido que llevó Connie para la fiesta, también era de segunda mano de la firma Alexander McQueen. Y lo combinó con unos zapatos negros de Prada.
Para la fiesta contaron con el dj Adri Lozano. «Otro hit. Pinchó más horas de lo normal, de subidón en subidón y teniendo en cuenta todas nuestras peticiones, incluso la de conseguir que hasta las abuelas aceptaran unas últimas horas de electrónica». En un momento de la noche, los novios aparecieron disfrazados.
Todas las fotos son de Alejandra Ortiz. «¡Mi mayor acierto de la boda!. La escogí porque me parece que nunca falla. Consigue que todo el mundo salga bien en sus fotos y el día de la boda me di cuenta de su segundo don: se convierte en tu amiga. Entendió a la perfección lo que me importaba y lo que necesitaba en cada momento para sentirme a gusto con las fotos», recuerda Connie. «No sólo fue mi fotógrafa sino como una amiga o incluso hermana que estaba sólo pendiente de mí para que nada me estresara».