La boda de Gloria y Artur en Torre del Remei
Gloria y Artur se conocen desde siempre. Sus madres son íntimas amigas y antiguas socias y sus padres compañeros del colegio de toda la vida. Los dos se han movido mucho fuera estudiando y trabajando hasta que un día la prima de Gloria, que sabía que siempre le había hecho gracia Artur, hizo de wing-woman en un après-ski en Andorra. Estuvieron toda la noche juntos y desde ese día no se separaron.
A su maquillador, Joel Bug, lo conoció gracias a Teresa Helbig, la diseñadora de su vestido. «No hizo falta ni prueba de maquillaje. Me preparé con el camisón que llevaba mi bisabuela Carmen el día de su boda y un kimono que conseguí en l’Arca».
«Cuando conocí a Teresa y Leire, del equipo Helbig, vi muy claro que tenían que ser ellas quienes diseñaran mi vestido. Quería algo que respirara aire nostálgico, casi renacentista, pero a la vez moderno. Fue entonces cuando construimos juntas un dos piezas formado por un chaleco bordado con cristales y un vestido de tul de seda». Siguiendo los consejos de la diseñadora, esto lo combinó con un peinado que incluía velo y diadema.
Los zapatos eran unos de Aeyde estilo Mary Jane.
Combinó el vestido con unos pendientes que le dejó su madre y dos anillos de Montse Esteve: con el que Artur le pidió matrimonio y el de pedida que le regalaron sus padres.
«Me chifla la perfumería, por lo que las invitaciones las hizo De Pluma y Letras con un papel artesanal perfumado».
«Para la ceremonia elegimos la Iglesia de Llívia a tan solo 15 minutos de donde nos prometimos, Torre del Remei».
Artur llevó un chaqué de Santa Eulalia.
De la música se encargó el Coro Sinenomine y la tía de la novia, una amateur del canto coral, le ayudó a elegir el repertorio para la ceremonia.
«Entre mi madre y yo hicimos la papelería. Ella dibuja muy bien y me pareció muy especial incluir sus dibujos en las minutas y los misales».
«El coche que utilizamos a la salida lo compró mi bisabuelo en los años 70. Después, se lo regaló a mi abuelo y ahora es de mi padre».
Torre del Remei, en el corazón de los Pirineos Catalanes, fue testigo una vez más de la historia de amor de los novios. «Está muy cerca de Andorra, que es de donde somos los dos, así que la celebración no podía ser en otro sitio. Nos pareció muy guay poder compartir un día tan especial para nosotros en ese lugar con nuestros mejores amigos y familiares».
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Las decisiones florales se las confió a Manuela de Gang and the Wool. «Creó mi ramo con tulipanes y gerberas blancas con centro oscuro y amaranthus».
«Como buenos gourmets, teníamos claro que íbamos a contar con Le Chef para el catering. Laura Pí es íntima amiga de mi suegra y nos asesoró en todo momento. Al ser fans de la comida mexicana, propuso una barra de margaritas y tacos que tuvo mucho éxito, pero, al no querer dejar de lado la gastronomía catalana, también servimos butifarra de perol y trinxat de la Cerdanya», cuenta la novia.
«Las flores de mi ramo también se repitieron en la decoración, colocadas de manera muy fluida y en efecto cascada».
«Para la decoración queríamos conseguir una estética limpia, íntima, elegante y divertida. Compré unas velas en la cerería Subirá y las combiné con unas puntillas que estaban en casa de mi abuela».
«Nuestras weddings planners, Gemma y Silvia de Gemma González, consiguieron poner el broche de oro y unificar cada una de las ideas que íbamos teniendo».
Del pastel se encargó Gastón de PastryGas.
Para la fiesta contó con su DJ de confianza, Max Figueras.
No tenía pensado tener un segundo look, pero en uno de sus fittings en Teresa Helbig se probó un mono y todas estuvieron de acuerdo en que tenía que ser ese. «Para ese momento elegí los pendientes que le regaló mi abuelo a mi abuela cuando nació mi padre. Mi tía los heredó y me los regaló para la boda».
«No dudamos ni un segundo en contar con Aída y Denisse, de Días de Vino y Rosa, para la fotografía. Me encantó su trabajo y estuvimos muy cómodos».