Mi abuela Concha
*Hace tres años que murió mi abuela Concha y este texto lo tenía en notas del móvil desde entonces.
Lo que más le gustaba era su familia, reírse, comer, los perros, sus plantas, hablar por teléfono y sus amigos.
Desde el sillón de su casa ponía en marcha una centralita telefónica cada mañana haciendo un repaso a sus íntimos amigos. Cada día variaba la tourné. Escuchaba las quejas de todos, se reía de las mismas tonterías y al final: “Un besete cariño, cuídate, dios, dios, dios” en unas despedidas que duraban más de cinco minutos.
Todo el mundo quería a la abuela Concha. Le gustaba la copla y ver su novelita después de comer, no dejar nada en el plato, que sus nietas nos pusiéramos tacones y pendientes. Que le contáramos cosas. Hablar del abuelo y de cómo se conocieron. Recordar a su madre. Leer el ¡Hola! «de pe a pa». Contar las mismas historias muchas veces. La misma. Aunque todos la conociéramos ya. Y reírse mucho. De todo. Creo que era la persona del mundo que más se reía.
Nos quiso incondicionalmente. Nos justificó incondicionalmente. Creo que si le hubiera contado: “Abuela tengo un muerto en el maletero”, solo hubiera preguntado: “Bueno hija ¿pero tú estás bien?”. Me vio estamparme sentimentalmente una y otra vez desde la distancia sin juzgarme, sin decir nada, solo apretándome la mano muy fuerte cuando me sentaba cerca de ella y me veía triste. Solo a veces susurraba: “lo importante es que tú estés contenta” –cuando no estoy contenta me acuerdo de eso–.
Recuerdo un verano que nos tocó compartir habitación, y nos quedábamos hablando hasta muy tarde de historias y cotilleos. Como se reía tanto a veces me tenía que levantar a incorporarla porque se ahogaba literalmente de la risa. Parecía que se moría.
Ahora que lo ha hecho me la imagino así. Riéndose de cualquier cosa que le contamos como hacía siempre. Intento no dejar de hacerlo. Y espero que vosotros tampoco.
Pd.: Me encanta en las bodas ver fotos de las abuelas. Siento que son todas tan especiales como la mía.