La boda de Paula Matthei y Diego en Sevilla
Paula Matthei es la diseñadora de vestidos de novia que, igual que contó conmigo para presentar su primera colección, me ha dejado publicar las fotos de su boda. Ella es de Valdivia, una ciudad del sur de Chile que está justo antes de la Patagonia, y Diego, el novio, un productor hispano-italiano que ha trabajado para artistas como Ed Sheeran, Shawn Mendes, Christine and the Queens…
Ambos se conocieron una noche en Santiago de Chile y, tras cuatro años de noviazgo, decidieron venirse a vivir a España. Diego le pidió que se casara con él dos años después, en pleno vuelo de España a Chile, «lo más difícil fue no poder contárselo a nadie hasta aterrizar 14 horas después», me cuenta Paula.
Hace tres años, durante la sesión de fotos de sus últimos diseños en la finca familiar, la madre de la novia sacó tres cubrecamas antiguos de encaje de algodón que tenían guardados. «Eran parte del ajuar, traído desde Francia, que mi bisabuela recibió al casarse en 1910. En ese mismo momento supe que mi vestido de novia sería con esa tela».
Paula no hizo el boceto de su vestido de novia hasta dos meses antes de la boda y, un mes antes empezó con la toile. «Tuve a mi madre y mi hermana (recién aterrizadas de Chile) ayudándome a terminar los últimos detalles a dos días de la boda». Sabía que quería un diseño por capas para aprovechar al máximo la tela e ir cada vez más cómoda a lo largo de la boda: primero, un escote más cerrado para la iglesia y, después, escote pico para la celebración. «Quería que el último vestido mantuviera algo de la tela antigua y le puse en el cuello el encaje antiguo y, para el bajo, usé los costados de los cubrecamas».
Paula estuvo buscando mucho porque no se veía con zapatos de novia y encontró en la firma inglesa Miista unos en verde oscuro, de punta y tacón cuadrado. Para la fiesta, los cambió por sus botas negras favoritas tipo cowboy.
El anillo de pedida era de los años 30 y se rompió justo antes de la boda y su madre le regaló uno familiar de la misma época. También llevaba unos pendientes familiares; un broche en la espalda, regalo de la madre de Diego; y un colgante perla con oro.
Como la tela es de principios de 1900, Paula quiso un peinado acorde. Se encargó de ello Catalina Figueroa, amiga chilena de la novia, que hizo un recogido para la ceremonia que fuera fácil de desarmar para la celebración. Colocaron un tocado que hizo Carolina, hermana de la novia.
«Siempre quise casarme con un ramo de “no me olvides”, una flor de primavera que me recuerda muchísimo a mi abuela», me cuenta Paula. Pero tuvieron que cambiar la fecha de la boda a finales de verano y fue imposible encontrarlas. Jose de Deartcon encontró unas flores muy similares de color celeste.
Paula y Diego decidieron casarse en la Colegiata de Osuna, una iglesia espectacular del siglo XVI.
Diego llevaba un chaqué heredado; un reloj antiguo que fue el regalo de comunión de su abuela; un pañuelo de su bisabuela; corbata de su padre; un chaleco vintage que compraron en El Rastro; y los zapatos eran de una zapatería antigua de Bolonia.
La celebración posterior fue en una finca familiar, el Cortijo de Rojas.
Querían una decoración campestre y sutil, Mercedes, del catering Ermita de la Candelaria, colocó en las mesas pequeños frascos de vidrio con variedades de flores de temporada; manteles a rayas color crudo y burdeos; bajoplatos rústicos y copas sencillas. Los arreglos de frutas, hojas de olivos y velas en distintos sitios de la casa los hicieron la madre de Diego y otros familiares.
Durante el aperitivo tocó Salamandra, el grupo del hermano y sobrino de Diego, covers de los 70-80.
Almu Cañedo de When at Home pintó corbatas para algunos invitados.
También hubo una pareja de Cueca, baile tradicional chileno, porque la boda se celebró el 18 de septiembre, día de fiestas patrias en Chile.
Después de la cena, contaron con los Colibrí Waves, una banda chilena de unos amigos de la novia. Por último, tocó Nano DJ que triunfó.
Cecilia de Días de Vino y Rosas se encargó de las fotos de la boda.
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