Casilda se casa

La boda de Renata y Jaime

Hace unos meses, me encontré en la calle a la florista Inés Urquijo con su, por aquel entonces, futura nuera Renata buscando vestidos para su boda que iba a celebrar próximamente. Me quedé intrigada con cómo montaría Inés la boda de su propio hijo y decidí pedirles fotos.

«Jaime y yo llevábamos años soñando con ese momento. En realidad, ¡toda la familia! Nos conocimos en el colegio a los quince años, nos hicimos mejores amigos y salimos juntos desde los dieciséis. No te engaño si te digo que hemos pasado de todo juntos», comienza la novia. La boda fue religiosa y tuvo lugar en el pinar de la casa de los abuelos de Jaime, el novio. «El montaje que fue todo un disfrute por la ilusión compartida de toda la familia y amigos participando de él (y del genio de Inés, claro). Gracias a ellos tengo la sensación de haber disfrutado de la magia durante días», recuerda Renata.

Cierto es que la aventura empezó ya de manera muy especial con unas invitaciones que eran recortes de una obra que les regaló Nuria Mora. Las fotos de Dos Más en la Mesa ayudan a ver un poco lo desenfadado y sencillo que fue todo. Mágico y lleno de ilusión. Un sueño en una noche de verano.

La novia me explica el cariño que ha cogido a Macarena y Javier, de From Lista with Love, que le hicieron el vestido con los que se sentirá siempre conectada. Como detalles singulares, llevé unos preciosos pendientes azules que me prestó mi madre y una pulsera que me regalaron mis primos pequeños días antes de la boda. Con todo, mi accesorio principal e indispensable era mi hermana, la más guapa de la boda y la que mejor se lo pasó.

Maquilló a la novia Gema Ledesma y le peinó Marisa, una peluquera de toda la vida de Chamberí.

Prosigue la explicación Inés Urquijo: «Para la novia y la ceremonia utilicé solo flores cultivadas por mí en Pomona, mi huerta. ¡Renata se dejó cubrir de flores de pies a cabeza! Desde el pelo hasta el borde del velo pasando por el ramo, llevó flores naturales cosidas  con cintas de tul casi invisibles. Para conseguir esto Javier y Macarena de From Lista vinieron a ayudarme a vestir a Renata y a coserle las flores. Una odisea con los nervios de última hora, pero mereció la pena,  la aparición de la novia en el pinar fue espectacular».

«Aprovechamos un claro entre los pinos para montar una capilla vegetal efímera, hecha con ramas de pino,  jara y eucaliptos, que con el calor de agosto olían de maravilla. Fuimos marcando el camino con cintas de colores muy largas colgadas de los pinos y pusimos astas de ciervo en el frontal de la capilla, como un guiño a su abuelo que era un gran cazador. Sacamos el retablo de la capilla y montamos todo de manera que la llegada de la novia fuese a contraluz y a la hora de el atardecer. Tapizamos el suelo con una capa  de hojas de eucaliptos que al secarse se habían quedado plateadas», continúa explicando Inés.

«Enmarqué el camino entre los pinos hacia la ceremonia con unas cestas gigantes vacías muy transparentes y marqué con un arco oxidado adornado con flores, la entrada al recinto “sagrado”. Eso lo hizo muy mágico porque Renata llevaba una capa de tul con capucha que al transparentar la luz  le daba un aspecto irreal mientras avanzaba por el camino hacia el claro».

Las niñas llevaban unos vestidos de lino blanco italiano confeccionados a mano por Lilla Moreno y flores de la huerta en la cabeza.

Para evitar el calor coloraron estaciones de bebidas frías bajo sombrillas.

Para la cena, servida por La Cococha, José Miguel Royo de Sincronismo diseñó una iluminación  a medida para iluminar la cúpula de los árboles y prestó a Inés Urquijo unas lámparas  que por supuesto también llenó de flores y use como centro de mesa.

Una fiesta que debió ser inolvidable ¡enhorabuena por una celebración tan inspiradora!