La boda de Sara y Nacho en Segovia
Se cumple casi un año de la boda de Nacho y Sara pero quería hablaros de ella cuando llegara el invierno. Además de ser absolutamente inspiradora, esta boda se convirtió en un proyecto familiar, donde todo el mundo aportó su granito de arena para que fuera una noche muy muy especial, que creo que al final es lo más importante de una boda.
Tanto para la ceremonia como para la celebración, encontraron una antigua fábrica de loza en un pueblo de Segovia. Estuvieron buscando muchísimo por Madrid, pero no daban con ningún sitio que les convenciese. «Queríamos que fuera un sitio especial y que fuera un poco con nosotros. Al final apareció nuestra salvadora, Samantha, que dio con esta fábrica maravillosa en mitad de la nada y que tenía un alma espectacular, así que nos lanzamos. Nos casamos el 17 de Octubre de 2015″, recuerda la novia.
Para maquillar a Sara recurrieron a una de las mejores profesionales de nuestro país, Bea Matallana.
Adornó la trenza que llevaba con una corona de una tienda vintage de París.
El vestido de novia era de Teresa Helbig. (Parece que, por fin la gente de Madrid se ha dado cuenta del maravilloso trabajo que hace en novias esta diseñadora catalana y dentro de poco podré mostraros dos o tres vestidos espectaculares). El ramo, que era regalo de los testigos de la novia, era de Bornay.
«Contamos con la ayuda, el buen gusto y la experiencia de Sabine Deroulede, que manteniendo el rollo decadente que a nosotros nos gusta y que casaba a la perfección con el estilo de la propia fábrica, hizo bodegones en todas las ventanas con chatarra y cosas que encontramos. Ella, junto a mi madre Dolores Posadas, Samantha y yo misma, hicimos el equipo perfecto y nos volcamos con la decoración», explica Sara. A la ceremonia entraban por un camino de hojas.
Durante la ceremonia y el cóctel contaron con la banda de música en directo, Hot Jazz Madrid.
«Para el catering contamos, como no podía ser de otra forma, con Samantha de España. Nos gustaba que fuera todo con puestos, showcooking, con una parte de asado en honor a nuestra familia de Uruguay. Por supuesto, no podía faltar un puesto con el nombre de Nacho y otro con el mío, además del “Si quiero, en Otero” que era el plano mesero», recuerdan.
La fábrica les hizo incluso, para ellos, unos bajo platos de pizarra oxidada. «El dueño Mariano, es un señor entrañable y completamente volcado en nosotros». Las mesas eran otoño puro con árboles secos, un camino de hojas y velas, muchas velas…
La música era algo muy importante para los novios. Por eso La Fiebre, coordinó música y sonido. Comenzaron el baile con Le Dancing Pepa y empezó pinchando Álvaro de La Fiebre y para rematar Tony Grox.