Casilda se casa

Lo que sí y lo que no me gusta (en una boda) VI

Vuelvo a la carga, un año más, con mis reflexiones sobre lo que me gusta y lo que no me gusta en las bodas (y todo el mundillo que las rodea). Me apena que, en anteriores ediciones, varios lectores se hayan sentido ofendidos con alguna opinión. Claramente no entienden que, lo de estos posts es pura diversión sin ánimo ninguno de ofender; que yo puedo odiar las flores rojas y el de al lado las puede adorar, siendo ambas opciones igual de válidas. Que para gustos existen los colores, las novias diferentes y las bodas de todo tipo. Que esto es lo que a mí si me gusta y lo que no, y el que lo tome como algo importante o personal, sencillamente no entiende nada.

Vestido de Katarina Grey

LO QUE SI ME GUSTA

-Sentir el gusanillo de haber encontrado algo especial. Me pasa con marcas que encuentro en Instagram, cuando recibo un mail con fotos de una boda que me sorprende o cuando descargo un we transfer con una producción donde cada foto es mejor que la anterior. La última vez que lo sentí fue ayer, con la marca Castellar Granados. Acaba de sacar su primera colección de novias, obra de una diseñadora de moda que ha trabajado, entre otros sitios, como responsable de los departamentos de diseño de Ángel Schlesser y Miguel Palacio. Es diferente.

-Me gustan los vestidos de Inés Martín Alcalde y de Flor Fuertes, los sombreros y tocados de Nana Golmar, las ilustraciones de B+paul, las fotos de Liven, las invitadas de Valentina Garí, los regalos de Somos Bonjour Me gusta que se renueve mi lista de  proveedores de bodas con marcas jóvenes que tienen algo genuino que ofrecer.

Vestido de Inés Martín Alcalde

-Me gustan también las empresas que llevan más de 20 años en la profesión y no tienen miedo a reinventarse. Me resulta emocionante verles interesados en temas «de gente joven» por el bien de su empresa. Siempre estaré dispuesta a apoyarles, por todo este esfuerzo que hacen, aunque a veces pongan hashtags ‘de madre’ o suban fotos regulares. Siguen siendo los mejores en experiencia y eso no es moco de pavo.

-Me gustan las parejas que toman decisiones para su boda basadas en el sentimentalismo. Por ejemplo, las novias que llevan un vestido de su abuela; los novios que eligen un anillo de pedida inspirado en Wes Anderson, porque de este director fue la primera peli que vieron juntos, o los que eligen la canción del baile porque sonó en su primer aniversario. Me gustan los románticos.

Alianza cinquillo de oro rosa con turmalinas multicolor (690 €), de Suárez.

-Me gustan las novias que recurren a la ‘costura a medida’ en el día más importante de sus vidas, y el proceso y resultado responden a lo que se espera de algo así. No soporto ver a novias desesperadas, que han elegido a un diseñador para su vestido y ‘no le ven el pelo’ en las pruebas. Se me abren las carnes escuchando historias de vestidos mal cosidos, cantidades desorbitadas de dinero pagados por vestidos sin diseño (copia de otros) o de creadores que no aparecen en la prueba final. Me parece injusto y demuestran, con su mala práctica, que lo de «a medida» es un concepto que no han entendido.

Dior

-Me gusta, de vez en cuando, revisar el hagstag #CSCvestidos, de mi cuenta de Instagram @casildasecasa, y recordar ideas maravillosas que a veces olvido. Como dice mi amiga I.S: «Me gustan los vestidos de encaje antiguos pero solo los que son antiguos de verdad». Eso es algo que nunca cambiará.

Gossamer

-Me gustan los novios e invitados con el nudo de la corbata apretado (sobre todo si son de Indian Lord o de Dr. Mutton) y con la camisa «de novio» de Tailords: blanca, 100% algodón, tacto grueso para que no transparente, cuello italiano o un poco más abierto que el clásico (ellos lo llaman el 3000). Con ballenas, puños dobles de gemelos e iniciales (sus sastres se acercan a tu casa o empresa a tomarte medidas y solo tienes que pedir la camisa ‘de novio’ para que te entiendan).

Foto de Couche Photo

-Me gustan los maquilladores con oficio. Tiemblo cuando escucho «me va a pintar mi prima que ha hecho un curso».

Alicia Barón peinando a una novia

-Me gustan las uñas del color Mademoiselle, de Essie. Me gusta ir a My Little Momó y decir: «pintamelas de novia por favor» y que sepan de lo que hablo.

-Me gusta el vichy en negro y blanco. Grande y pequeño. En niños de arras, en vestidos de novia, en manteles, en el ramo, en los zapatos. Me encanta.

-Me gustan las bodas pequeñas y sin pretensiones, y los sitios para celebrarlas cerca de Madrid. Me encanta imaginarme bodas en El Inviernadero de Los Peñotes o en El Jardín de la Máquina.

-Me gustan las invitadas a una boda que se inspiran en los desfiles de invierno de Gucci o Rochas: con faldas a media pierna, medias de colores y zapatos de plataforma. Me gusta que no vaya todo el mundo igual.

-Me gusta la canción Cant take my eyes of you. Por si no era suficientemente rara coleccionando fotos de vestidos de novia y recortes de novias desde que tenía 10 años, ahora se añade a mis hobbies rellenar  ‘la lista de reproducción de valses de boda’ que tengo en Spotify. Me la pongo para ducharme, para cenar, para viajar y la gente que me rodea quiere llorar.

-Me gustan unos novios, amigos de una amiga mía, que pidieron a sus invitados que, si les querían regalar algo, fuera un disco que les hubiera emocionado para tener la mejor colección. Creo que haría lo mismo pero con libros.

LO QUE NO ME GUSTA

-Las bodas patrocinadas. Si no tienes dinero para organizar un eventazo, celebralo de forma sencilla, con unas botellas de champán o un grupo reducido de amigos. ¿Por qué a la gente le gusta fingir lo que no es?

Foto de Volvoreta

-Las invitaciones de boda por Whatsapp. Con lo bonito que es mandar una carta.

Invitaciones de Happy Menocal

-Las invitaciones con número de cuenta, como decía hace poco una chica en Facebook: «me dan ganas de domiciliarles la luz y el agua».

-No me gusta la rivalidad de las novias que se casan el mismo año. He visto a amigas íntimas enfadarse por ello o ponerse tensas en una cena por el «pues yo más». Es patético y triste, y creo que estamos perdiendo la cabeza.

-No me gusta que, en las fiestas de pedida de mano, la novia ponga carteles en los ramos con los nombres de quien se lo ha mandado porque puede llevar a comparaciones odiosas o dejar mal al que mandó uno pequeño.

-No me gusta la gente que pide matrimonio (ella o él) dando la nota en público, hincando rodilla (expresión mortal) o con un show. Cuanto daño ha hecho Hollywood. Me gustan las historias sencillas tipo: «me lo pidió tomando una copa a primera hora en Café de París, porque ahí nos conocimos».

-No me gustan las ideas para posar en las fotos tipo: ella tirando de la camisa del novio como saliendo de un beso apasionado, ambos recostando sus cabezas en el hombro del otro, ambos con ojos cerrados, nariz con nariz, él bajándola como en un tango o haciendo formitas con las manos.

-No me gustan las fotos retocadas con filtros exagerados. Creo que estamos en un punto donde es importante recordar que las fotos de bodas deberían envejecer bien.

-No me gustan los novios que no están juntos en ningún momento de la celebración de la boda. Es normal que el gentío les separe pero es su día, lo mínimo es estar cerca y bailar juntos. He visto bodas donde cada uno parecía estar en su propia despedida de soltero. Tarde amigos.

-No me gusta que se tiren pétalos, pompas de jabón o arroz a la salida de la ceremonia. Ya lo he dicho otras veces.

-Como decía una amiga mía: «No me gusta que la novia reparta cuatro ramos. El ramo de novia es uno, hay que mojarse y elegir una sola persona para dárselo». No puedo estar más de acuerdo, además, así no se alarga ese momento bochornoso de los novios correteando entre las mesas.

-El mensaje: «Casilda, me caso en unos meses ¿qué tengo que hacer para salir en tu blog?». La respuesta es siempre la misma: «Casarte sin querer salir en un blog».

-Las perlas para la novia. En botones, ramos, collares, tocados… No me gustan.

-La flor detrás de la oreja, tan noventero. Ya no.

-No me gustan (me pongo muy nerviosa) las invitadas vestidas de blanco en pedidas y bodas. ¿Es tan difícil de entender que no debe una invitada parecerse a la novia? siempre encuentro a alguna así y me dan ganas de explicárselo para la siguiente ocasión. No saben el ridículo que hacen.

-No me gustan las gafas de sol en invitadas. Nunca lo entenderé. Si estas vistiendo de coctel las gafas no pintan nada por mucho que mi amado Alessandro Michele las meta en todos sus desfiles de Gucci, o que Audrey Hepburn estuviera maravillosa en Desayuno con Diamantes. Y si llevas un tocado enorme ya ni te cuento lo poco que me gusta.

© www.chloelapeyssonnie.com

-Los monos de lycra para invitadas, sobre todo el turquesa. Los canotiers. El cinturón dorado copia de aquel precioso de Miguel Palacio que suele acompañar al mono de lycra. Os habéis pasado ya con esas tres cosas.

-Las invitadas con pamela y el pelo suelto. No me cuadra.

-Las empresas de bodas con nombres soeces o en apariencia rebeldes tipo «una boda canalla». Me resulta algo vulgar el juego de palabras con «Huevos» en una empresa de catering de boda.

-Que haya gente haciendo blogs y cuentas de Instagram con trabajo y dedicación, y otra gente duplique ese contenido en sus propias cuentas o blogs. Basta ya.

-Que los invitados o el novio, se quiten la chaqueta. Es una cuestión de costumbres, en Argentina lo hacen en cuanto empieza la cena, pero a mí me parece un crimen verles descamisados.

-Las señoras que confunden una boda con un mercadillo y se llevan bailarinas para todas sus nietas. Señora por favor, un poco de vergüenza.

-En general el exceso, la copia, la tontería. Olvidar que estas celebrando que quieres a alguien y que quieres pasar el resto de tu vida con él. No hay que perderlo de vista.