La boda de Inés y Alfredo en Normandía II
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Celebraron una cena en El Pontrancart, una casa estilo Louis XIII con jardines espectaculares (uno de agua y otro estilo francés con laberintos y muchas muchas flores). El día antes y el día después de la boda cayó un auténtico diluvio universal pero tuvieron mucha suerte y el día de su boda el tiempo les acompañó.
El catering que escogieron era francés, se llamaba Fredville. El aperitivo fue muy abundante ya que la cena consistía en un plato y postre. Así que el aperitivo estuvo repleto de cosas buenas: “puestos” de ostras, quesos y foie de distintas formas, de jamón de jabugo cinco jotas que trajo Alfredo de España y otro de cócteles de frutas que te hacían en el momento.
Después se pasaba a una carpa maravillosa que parecía más bien un invernadero. El techo de la carpa tenía dos alturas, «la más baja hice que pareciera un cielo con estrellas, colocando tela azul marina y millones de bombillitas con luz amarilla. Me parecía muy importante que la luz de la carpa fuera muy tenue así que todo se iluminó con velas. En cada centro de mesa que habían de 3 alturas todos con velas y peonías y del techo colgaban unas grandes lámparas con hojas y velas. Parecía un jardín encantado», explica Inés, la novia. Durante la cena anocheció y todas esas velas se reflejaban en los cristales de la carpa multiplicando su efecto y parecía que había velas en todos los árboles del jardín.
En el postre el padre de Inés hizo un pequeño discurso (tradición muy francesa) muy emotivo agradeciendo a todos que vinieran hasta Normandía para celebrar un día tan importante y también dándole las gracias a la novia por elegir ese sitio para casarse.
Después todos salieron fuera porque se escuchaba una música clásica maravillosa y al salir la casa ya estaba entera iluminada por velas y el agua de alrededor de la casa con velas flotantes.
Y ahí empezaba la primera sorpresa de la noche que tenía preparada el padre de la novia y eran esos globos tailandeses de fuego que cada uno encendía pidiendo un deseo antes de dejarlo volar. «No puedo explicar lo que sentí al ver ese cielo lleno de bolas de fuego con esa música de fondo. Para terminar empezaron unos fuegos artificiales maravillosos todos de color plata y oro. No pare de llorar ante tal belleza, todo para mi y hecho por mi padre un auténtico maestro de lo bonito y único. ¡Los que estábamos allí no dábamos crédito!», recuerda Inés.
Cuando terminó todo ese espectáculo fueron a bailar a otra parte de la carpa decorada como una discoteca. De la música se encargó Mickey Pavón y no pararon de bailar hasta las siete de la mañana.
Las fotos se encargaron Volvoreta y el vídeo lo hizo 2Brothers.