La boda de Cris y Gon en la Granjilla
Cris y Gon se conocieron en el mejor momento, que es siempre cuando no esperas conocer a alguien. Fue hace dos años en un fin de semana rural donde se mezclaban amigos. «Me acuerdo que llegué tarde, cargada con los hielos y la compra del finde, derrapando con el coche, directa desde el trabajo, y vi a Gon, que se acercó a ayudarme a cargar. Cuando nos saludamos me fijé que tenía una alpargata rota por la que se le salía un dedo, las gafas sin una patilla y los pelos locos…me hicieron muchísima gracia sus pintas. Esa noche, cenamos todos juntos y Gon se puso a improvisar una canción divertidísima con la guitarra y me pareció brillante. En un momento de la noche, se acercó a hablar conmigo. Salimos al jardín, nos sentamos “un momento” y cuando nos quisimos dar cuenta llevábamos diez horas sin parar de hablar y ya era de día. Me acuerdo que volví al cuarto con mis amigas, las desperté y les dije “este sí”»
«Después de ese fin de semana empezamos una relación a distancia y a los tres meses de conocernos, Gon dejó su trabajo y se mudó a Galicia. “Quiero poder ir al cine contigo un martes y verte cualquier miércoles”. Tuve claro que era mi persona. Al año y poco, me pidió que nos casáramos, me encantó ese momento porque me pilló totalmente de sorpresa. Siempre nos reímos recordando que en aquella primera conversación en La Coruña me dijo la famosa frase de…“Yo nunca he querido casarme” y ¡nos ha faltado tiempo!»
Para arreglarse el día de la boda, Cris llevó un camisón de Zara Home y unas manoletinas en color blanco roto satinado de Sleeper.
«No suelo llevar joyas y ese día no llevé más que lo que llevo a diario: el anillo que me regaló Gon cuando me pidió que nos casáramos (me encanta porque lo diseñó él a partir de una joya de su familia) y una pulsera de Cartier que mi padre le regaló a mi madre cuando nací y que ellos me regalaron cuando me gradué».
«Los pendientes fueron un regalo de mis íntimas amigas, Carlota y Andrea. Los diseñó su madre. Eran de oro rodinado en negro, diamantes y unas perlas australianas preciosas. Para mi fue muy especial llevar algo de ellas ese día» nos explica la novia.
Para el maquillaje y peinado contó con Manu Fernández y con José Belmonte. «¡Los mejores! José me hizo unos ojos más marcados, en tonos beige y marrones, una base de maquillaje súper natural y los labios un tono más que mi color».
«En cuanto al peinado, lo decidimos esa misma tarde entre todos los que estaban conmigo mientras me arreglaba. Nunca me imaginé con coleta porque siempre llevo el pelo suelto, pero el cuello del vestido y la espalda me “obligaban” a recogerme el pelo. Me acuerdo que al salir de la Iglesia pensaba en soltármelo nada más llegar a la cena, pero la verdad es que estuve tan tan cómoda y tan divertida, que no me quité la coleta toda la noche».
El vestido se lo hizo con Laura Ponte. «Me enamoré de Laura en la primera conversación y tuve claro, que fuera como fuese el vestido, me fiaba de su gusto al 100%. Para mi ha sido un proceso divertidísimo y dificilísimo al mismo tiempo, porque jamás elijo la ropa con anterioridad, por lo que pensar en un vestido me ha parecido toda una experiencia. Lo bueno es que Laura también tiene ese punto de improvisar que me lo ha hecho todo más fácil. Le dimos toda importancia al cuello. Apostamos por un vestido “atemporal” pero que tuviera un punto más de fiesta porque es donde más me reconozco: bailando, estando cómoda, ligera…»
«Cuando hablé con Laura Ponte por primera vez, solo tenía claras dos cosas: que no quería que el vestido fuera blanco y que no llevaría ramo. Un día, paseando por La Coruña con mi madre, entramos en una tienda de liquidación de antigüedades y vimos el abanico. Era de 1820, de seda color champagne, con unos vencejos azules pintados a mano y la varilla de madera en ocre. Vimos clarísimo que era el sustituto perfecto del ramo. Cuando le llevé a Laura el abanico le encantó, y muchas de las ideas del vestido fueron naciendo en torno a él. Es una joya».
Gon llevó un chaqué clásico, pantalón milrayas y chaleco de Absolute Bestpoke. «En cuanto a la corbata, se cambió tres veces, algunos de sus mejores amigos le regalaron varias corbatas y quiso llevarlas todas. Los gemelos que llevaba también eran muy especiales, porque eran de su abuelo. A mi también me hacía ilusión que Gon llevara algo nuestro ese día, así que le regalé el pañuelo del chaqué, bordado por María de On Atlas. Diseñamos un dibujo que representara algún momento nuestro. Bordó dos sillas de playa (siempre las llevamos en el coche para sentarnos en cualquier sitio que nos guste con unas pipas), un atardecer y unas nécoras, como buenos gallegos. También bordó la fecha de la boda y nuestras iniciales».
Se casaron en el Santuario de Nuestra Señora de Gracia, en San Lorenzo del Escorial.
La decoración floral de la entrada a la iglesia fue elaborada por Elena Suárez & Co.
Celebraron la boda en La Granjilla. «Teníamos claro que queríamos celebrarla en Madrid aunque viviésemos fuera, pero no dábamos con el sitio para nosotros. En cuanto fuimos a ver la finca nos encantó. Además, había algo en la casa principal, que nos recordaba a un pazo gallego, así que no podía ser otro sitio».
«El apertivo se sirvió a la entrada de la casa, la cena dividida en dos zonas con dos ambientes diferentes en un claustro con unas columnas impresionantes y el baile, gracias a la insistencia de mi padre y su visión, lo hicimos en la zona del lago que quedó precioso».
«Para mi las flores y la decoración general de la boda eran fundamentales. Nuestra casa está siempre llena de flores, de color, de candelabros, alpaca… me encanta todo lo que tiene que ver con el ritual de poner la mesa, dar cenas en casa, y como dice Gon soy una “cosista” y las cosas para mi tienen mucha identidad. Por eso, cuando Eva de Bodas Colorín me llamó y me dijo que Manuela, de Gang & The Whool estaba disponible para hacer toda la parte de decoración floral, respiré. Tiene un cuidado y un detalle únicos propio de una artista. Ha sido una maravilla verla trabajar, entendernos, aprender tanto».
«En cuanto a la decoración de las mesas, sabíamos que las flores servirían para romper el punto “clásico” de La Granjilla y que se llevarían todo el protagonismo. Contamos con Options para el menaje y cristalería. La mantelería la hicimos con Lhardy y los elementos decorativos de las mesas como los objetos de alpaca, plata, candelabros etc. los compré en Wallapop la semana antes de la boda».
El catering fue de Lhardy. «Un éxito. Eso de que las novias no comen… yo no paré de comer en el aperitivo. Para la cena elegimos bogavante en ensalada, solomillo de buey de segundo y mi postre favorito, tarta de limón de merengue y galleta».
Entraron a la cena con la canción de Dog Days are Over, the Florence and The Machine. «Es uno de nuestros grupos favoritos».
«Gon habló unos minutos y fue increíble, no paré de llorar. Para mi fue otro de los mejores momentos de ese día».
Bailaron juntos la canción de Can’t Help Falling in Love de Elvis Presley. «Simplemente porque es un himno de amor».
Para la fiesta, contaron con Borman. «El mejor DJ del mundo. A Gon y a mi nos encanta bailar y queríamos que todo el mundo lo diera todo. No tengo palabras, de verdad».
Para la fotografía escogieron a Plata.forma.
Toda la organización lo llevó a cabo Bodas Colorín. «Su trabajo es incalculable. Yo me dedico a producción de imagen y entiendo bien todo lo que hay detrás de una organización como puede ser en este caso, una boda. No hay palabras suficientes de agradecimiento para ellas. Y para mi padre, que ha sido sin duda, el mejor wedding planner del mundo».