La boda de Teresa y Curro en el Monasterio de Santa María de Valbuena
La diseñadora Alejandra Valero conoce bien mis gustos y por eso no dudó en hacerme llegar la boda de Teresa y Curro. Se conocen desde siempre porque él es del grupo del hermano mayor de su amiga Lucía, «en unas copas en su casa empezamos a hablar y, a las dos semanas ¡ya estábamos saliendo!», cuenta la novia. Casi siete años después, salieron a cenar por el cumpleaños de Curro y le pidió que se casara con él. En solo cuatro meses han organizado esta preciosa boda.
Teresa y su madre confiaron en Aua tanto para el peinado como para el maquillaje, «es un sitio de Valladolid de siempre y de total confianza». Teresa optó por un moño tipo bailarina a media altura y un maquillaje natural.
Teresa llevó unos pendientes de su abuela que siempre le han gustado y «me hacía muchísima ilusión ponérmelos ese día», reconoce. Además, se puso un anillo que le regaló su hermano y el anillo con el que Curro se lo pidió. También llevó tres piercings de Aristrocrazy, uno de ellos fue un regalo de sus amigas del colegio ese mismo día.
Para el vestido, Teresa tenía muy claro cómo quería verse, «algo que fuese totalmente yo». Contactó con Alejandra Valero «por su estilo romántico y la seguridad que me daba su larga trayectoria. Además, pone muchísima atención a todos los detalles y cuidaba mucho su trabajo».
La novia cuenta que desde la primera cita, captó lo que quería. Alejandra Valero diseñó una blusa incorporando piezas originales de una prenda vintage que tenía en su estudio, «hicieron una labor de restauración brutal», cuenta Teresa.
Debajo de la blusa, Teresa llevaba un top lencero con unos tirantes súper finitos y escote en la espalda. Una falda de varias capas que mezclaban texturas y con mucha cola.
Convocó a todos sus testigos antes de la ceremonia para tomarse unas cañas.
Teresa y Curro viven en Madrid, pero ambos son de Valladolid y por eso quisieron casarse allí. «Investigamos sobre el Monasterio de Santa María de Valbuena, fue el primer sitio que vimos y no buscamos más», cuenta la novia. Reunía todo lo que buscaban: edificio impresionante, iglesia y hotel.
«Al estar dentro de un monasterio, te esperas una capilla pequeñita, pero cuando entras, alucinas», dice Teresa. «Nos preparó y casó Don Cristobal, un sacerdote que nos presentaron unos amigos. Era muy importante que lo hiciera una persona que nos conociese bien, nos sentimos súper a gusto y la misa fue muy personal».
El ramo estaba diseñado a partir de un montón de ideas que Tersa tenía guardadas de Pinterest. Era pequeño, con flores silvestres granates y unos cardos azules para dar contraste. «Mi padre me llevó del brazo, e hicimos los tres el recorrido de la habitación a la iglesia andando (eran solo unos metros). Fue muy guay llegar así», cuenta la novia.
Durante la ceremonia contaron con un cuarteto de cuerda, Intermezzo. La última canción que tocaron fue una Salve sorpresa para el novio.
El mismo hotel del Monasterio les proporcionó el catering. Organizaron un coctel largo en el claustro del Monasterio donde los vinos tuvieron mucha importancia. Además de Ribera de Duero, los blancos eran de la bodega de un amigo de los novios.
La cena fue en el claustro de la primera planta que es acristalado y con vistas al patio del claustro principal que estaba completamente iluminado. Para la decoración contaron con ByInDesign que llenaron todo de velas grandes y flores silvestres en tonos granates y verdes.
Entraron con la canción Flying Free, «es un poco macarra, pero yo quería esa canción sí o sí y terminé convenciendo a Curro». Para evitar el «momento servilleta», pusieron palos luminosos en cada sitio y apagaron todas las luces del claustro.
Teresa abrió el baile con su padre con la canción Maggie May. Luego, bailó con Curro Bohemian Rhapsody de Queen.
Las copas y la fiesta fueron en el refectorio, «un lujazo poder hacer una fiesta en un sitio así», y contaron con Diego Valares como Dj.
Todas las fotos son de Dos Más En La Mesa, «nos encantaba su estilo tan marcado y personal», reconoce la novia.
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