Un vestido de Simone Rocha en Asturias
Un sábado de junio me escribió Cecilia de Días de Vino y Rosas contándome que estaba en una boda donde la novia llevaba el vestido más bonito de la colección de Simone Rocha. «¿El de los lazos de satén? Me muero». Desde ese día le he estado escribiendo preguntándo de forma insistente. Agradezco mucho a Cristina y a Nico, los novios, que me hayan dejado publicar este momento de sus vidas y compartirlo con todas vosotras.
«Cuando decidimos que queríamos casarnos vivíamos en Tokio pero nos pareció que era imposible organizarlo desde allí. El año pasado nos mudamos a París y lo vimos como el momento perfecto. Nos gusta ser prácticos e intentamos hacerlo todo lo más sencillo posible, por eso al casarnos en Asturias, excepto el vestido, todo en la boda es asturiano, todo muy muy local», explican.
La novia fue en febrero a Londres un día con la idea de ver las colecciones de Simone Rocha y Cecile Bahnsen que eran las dos diseñadoras que le apasionaban. «Por supuesto este vestido de Simone fue flechazo. Lo cogí en el momento y volví el mismo día con él. Sabía que quería algo hecho de algún diseñador que me encantase, no necesariamente “para novia”. Aun así no hubiese tenido tiempo para las pruebas». Lo combinó con unos pendientes de roseta de su abuela y le maquilló Raquel de Bobbi Brown.
Antes de ponerse el vestido de novia, Cristina llevó un kimono pintado a mano que se compró de segunda mano hace tiempo y que nunca pensó que iba a dar ese uso. Su madre llevaba un pleats please en caldera de Miyake.
Se casaron en una iglesia preciosa del Románico asturiano. Nico, el novio, llevó un chaqué de Pugil store. «Son buenos amigos y siempre nos han tratado fenomenal. Nos quedamos muy contentos con como quedó: exactamente como quería», explica. Llevó una corbata de Armani que fue un regalo de su madre su padre cuando eran novios, los gemelos de nacar y perla de su padre, herencia familiar de su abuelo y los zapatos eran de Church. Su madre llevaba un vestido de Sybilla y un sombrero diseñado por su amiga Virginia Balseiro.
El ramo se lo dio a Andrea, la hermana del novio. Las amapolas ya estaban caídas, preciosas.
Celebraron la boda en una casona en Amandi con el catering de Nacho Manzano. «Fue algo increíble, hacen magia. Nacho, Sandra y Esther, los tres allí. La elección no nos costó, desde nuestro punto de vista son los mejores. Además se vuelcan completamente con la boda demostrando su profesionalidad en cada decisión», explica Cristina.
Muchas de las invitadas llevaban vestidos de Siyu, que hace unos estampados geniales.
«Yo soy asturiana, y sabíamos el peligro que tiene el tiempo en Asturias pero queríamos que la gente disfrutase del entorno, de ahí la elección de la carpa tensada de Tolder».
Toda la decoración floral la hicieron Flor de Pasión, una floristería de Villaviciosa que dirigen María y Elena y que como dice la novia hicieron un trabajo muy top. Las flores fueron de temporada, lo que había en el momento. Querían que fuesen silvestres, algo efímero, no les importaba como llegasen al final del día, era el encanto del paso del tiempo. En las mesas estaban sin jarrón, como encontradas… fue una adaptación de último momento y un acierto.
La música la puso toda El Ciervo Negro. «Abrieron el baile con la versión de Jamie XX de Good Times de “The Persuasions” porque dice «There’s gonna be good times…» y es lo que esperamos».
Las fotos son de Cecilia de Días de Vino y Rosas, el resultado unas fotos preciosas donde se ve la felicidad de este día.
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