Consejos de matrimonios que llevan casados de 6 a 22 años (Parte VIII)

Cuesta creer que a veces las historias más increíbles empiezan el día menos esperado, en ese plan al que no pensabas ir, con esa persona que jamás habrías imaginado y en el sitio que nunca hubieras elegido. De repente, lo cotidiano se vuelve extraordinario y lo que parecía un simple momento se convierte en el inicio de algo que cambia para siempre la manera en que miras el mundo. En estas líneas habla el amor a través de Tomás Páramo, María García de Jaime, Lucía Fernández, Vega Royo-Villanova, Juqui Suárez de Lezo e Inma Manresa.

Tomás Páramo y María García de Jaime: llevan 6 años casados y tienen 3 hijos
«Nos gusta pensar que el amor tiene mil formas, manifestaciones y señales que nos recuerdan que está vivo, presente, cada día.
Nos casamos con veintitrés años, en medio de la locura y la osadía de la juventud, con el impulso de quien quiere comerse el mundo. Y porque hacía ya unos años la vida nos había sorprendido con la llegada de nuestro primer hijo, aquel día fue más que una boda: fue un sueño hecho realidad, una conquista de la libertad más anhelada. Aún hoy guarda el sabor de esos días tan mágicos que uno no sabe si fueron reales o si aún sigue soñando.
Seis años después, hemos aprendido a amarnos de mil maneras, a ponernos siempre por delante, a elegirnos cada día. El amor no es fácil —el matrimonio no lo es—, pero sí es la forma más verdadera de amar: elegir a alguien y hacerlo para siempre. El amor se elige, se cuida y se riega cada día. Es una semilla delicada, pero cuando la cuidas, sus raíces se vuelven de hierro, capaces de sostener cualquier tormenta o giro inesperado. Como una planta viva, que crece, da nuevas ramas, nuevas hojas —los hijos—, pero cuyo tallo nunca debe dejar de cuidarse. Se alimenta de respeto, de ternura, de gestos pequeños que siempre sorprenden.
Y sí, también hay caídas, lágrimas, nervios y discusiones. La familia crece, el tiempo escasea, cambian los problemas y las dificultades. Por eso el matrimonio también es perdón: es un abrazo a tiempo, una mirada cómplice cuando no apetece mirar, es caminar siempre de la mano, nunca por separado.
Hasta que un día descubres que tu vida ya no es sin la otra persona. Que tus ojos ya no disfrutan igual por separado, que tu corazón late distinto cuando no comparte. Y entonces te sorprendes contando otra vez tu historia, recordándole a alguien lo grande que es tu amor, y ahí encuentras el secreto: reenamorarse siempre.
Un amigo nos dijo una vez: “Antes de olvidar, vuelve al primer día. Vuelve al primer beso, a los nervios, a esos días en los que el corazón galopaba como un caballo”. Volver ahí es recordar quién eres, lo que eres capaz de sentir, de dar y de amar. Es reconocer el camino recorrido, todo lo que ha crecido a tu alrededor, la vida que juntos habéis tejido. Y de pronto, sin darte cuenta, una sonrisa le susurra a tu corazón que estás en el lugar correcto».
-Tomás y María

Lucía Fernández, fundadora de Sophie and Lucie y Lorenzo: llevan 7 años casados y 3 hijos
«Cuando Cris me escribió para que participara en “Consejo de matrimonio”, me hizo muchísima ilusión. Es un artículo que siempre leo y que, la verdad, me divierte mucho. Pero ese sentimiento cambió cuando empecé a leer con calma los que ya estaban publicados y a pensar en qué escribiría yo o qué consejo podría dar sobre el matrimonio a otras personas. Entonces me entró un poco de “miedo” a no poder aportar ninguno.
Lorenzo y yo cumpliremos 7 años de casados el próximo 17 de noviembre. Tenemos tres hijos, dos de ellos muy pequeños y muy, muy seguidos, así que ahora mismo estamos en el barro más profundo: sobreviviendo a las noches sin dormir, al trabajo, a los niños y a la organización de la casa.
Pero, gracias a tener que escribir esto, me he puesto a reflexionar y creo que, aunque estemos pasando por un momento de agotamiento físico y mental, conseguimos sacar tiempo para estar solos. Nos organizamos para poder hacer planes y, aunque a veces estemos cansados y el cuerpo nos pida quedarnos en el sofá, cada jueves, religiosamente, nos arreglamos un poco y damos un paseo hasta el sitio más cercano para tomarnos un vino, contarnos lo que nos ha pasado en la semana, discutir lo que tengamos pendiente… y reírnos.
Es tan importante pasar momentos juntos, solo nosotros, como tener presente lo que estamos construyendo y recordar que esta es una etapa que hay que atravesar y disfrutar. Si lo hacemos juntos y apoyándonos el uno en el otro, todo se lleva mejor… ¡y se vuelve mucho más divertido!».
-Lucía

Vega Royo-Villanova y Marcelo: 14 años casados
«Conocí a mi marido cuando tenía 34 años, una noche de verano en los Hamptons (NY). Fue amor a primera vista. Primero lo vi de espaldas y le dije a mi amiga argentina, Sofía Blaquier: «¿Quién es ese chico del pelo rizado?». Tengo una especie de atracción por el rizo masculino. Me contestó: «¡Es Lito! ¿No conoces a Lito?». Y yo: «Pues no, pero ya me lo estás presentando». En cuanto nos presentó y nos miramos por primera vez, supe que estaba in so much trouble.
Esa noche terminamos mirando las estrellas juntos y, como yo no bebo alcohol, conduje su Porsche de camino a la casa donde me quedaba. Él dice que, cuando me vio conducir, supo que era la mujer de su vida. A la mañana siguiente me invitó a montar a caballo. Nunca antes había montado una yegua de polo y quise impresionarlo con mis dotes de amazona, pero la yegua se me desbocó y tuvo que venir al rescate para pararla. Fue de película. Imagínate: estás galopando a toda velocidad, sin poder frenar, con tu caballo en estado de pánico, y de pronto llega un macho alfa argentino por detrás —a galope también, por supuesto—, agarra las riendas de tu yegua y consigue detenerla cuando pensabas que ibas a morir estampada. Obviamente, ya nunca más me separé de él. Literal. Entendí que era el héroe de mi vida.
Él es argentino y residente en Nueva York. Desde el comienzo, nunca dudamos de que íbamos a empezar una vida juntos y, a los seis meses, comencé a tramitar mi visado de trabajo para poder mudarme a EE. UU. Cuando por fin me aprobaron la visa, cinco meses después, cerré el piso donde había vivido los últimos quince años en Madrid y me mudé con mi gato a Nueva York. Me sumergí en el matrimonio y en la vida conyugal sin darle muchas vueltas, como quien empieza una nueva etapa con ilusión e inocencia. Podría haber salido mal —la convivencia es una lotería—, pero todo fluyó a la perfección.
Nuestro secreto, aparte de un amor sólido, es respetarnos mucho y conocernos muy bien. Nunca hemos intentado cambiarnos; será porque nos gusta cómo es el otro, y respetamos nuestra independencia y nuestros espacios. Somos muy liberales.
Mi marido viaja por trabajo y yo también, y esos espacios creo que son fundamentales para apreciar lo que uno tiene y, sobre todo, no atosigarse. Los dos somos personas muy fáciles —de nuevo, la lotería—: fluimos al 100 % con los bailes de la vida, casi siempre estamos en la misma página en las decisiones importantes y prácticamente no discutimos. Si lo hacemos, es por pequeñas cosas. Yo soy una maniática del orden —sol en Virgo— y me pone nerviosa ir recogiendo por detrás y cerrando armarios. A él le sienta fatal que me pongan multas de tráfico por velocidad. Cada vez que llega una multa a casa, la escondo corriendo para que no la vea, aunque le recuerdo que se enamoró de mí conduciendo su coche a 170 km/h una noche de verano. Pero, catorce años después, ya no le parece tan romántico.
Tener los mismos hobbies, gustos y pasiones es fundamental. Nos encanta estar en forma y vamos al gimnasio juntos todos los días. Amamos la naturaleza —montaña, campo y mar— y siempre que podemos nos refugiamos en ella. Esquiar es nuestra gran pasión conjunta, aunque también el surf. Marcelo y Noah, mi hijo mayor de once años, además juegan al tenis todas las semanas y hacen motocross, ya sea por el campo o en un circuito en Madrid. Y aunque somos una familia deportista, también disfrutamos infinito de estar tranquilos en casa, en silencio y en familia, leyendo y viendo películas. A veces, no hacer nada es todo.
Mantener la pasión es también clave en un matrimonio duradero, y no siempre es fácil de conseguir: los niños, el trabajo y los eventos sociales no ayudan. Aun así, tengo que reconocer que mi marido tiene tal cuerpazo que, os prometo, no me he acostumbrado a él; cuando le veo el torso, todavía me pongo nerviosa.
La admiración es súper importante. Si pierdes la admiración por tu pareja, se acabó. No hay nada que hacer y es difícil de recuperar. Mi admiración por él es infinita. Admiro su resiliencia, su tenacidad y su inteligencia. Es un genio en las finanzas, pero a la vez sabe de todo porque su curiosidad es interminable y siempre está leyendo y aprendiendo cosas nuevas. Admiro su humildad y su sencillez: no se cree mejor que nadie y trata a todos por igual.
Y admiro su labor como padre y marido: se desvive por nosotros y es dulce, paciente y cariñoso. La verdad, ponerlo en palabras me hace darme cuenta de la enorme suerte que tuve aquel verano de 2013.
Marcelo es judío, y siempre se ha dicho que los maridos judíos son los mejores. No sé cómo serán los demás, y entiendo que no se puede generalizar, pero desde luego, mi marido judío, de pelo rizado y torso de atleta, es el mejor. Mi mejor amigo, mi mejor amante y mi mejor compañero de vida. ¡Pedazo de lotería me tocó!».
-Vega

Juqui Suárez de Lezo, socia de Molecot: lleva 16 años casada y tiene 4 hijos.
«Bueno, yo parto de la base y siempre digo que lo mejor que me ha pasado en la vida es casarme con Luis. Tengo amigos que se ríen cuando lo digo, pero es verdad. Para mí, Luis va primero y luego nuestros hijos.
Podría decir muchas cosas importantes: ceder, respeto mutuo, ser generoso y cariñoso. Yo he tenido y tengo la gran suerte de tener como referencia a mis padres, que llevan 50 años felizmente casados, y nos han inculcado el valor de la familia y del matrimonio por encima de todo. Hoy me veo reflejada en muchas cosas de ellos y ojalá pueda llegar a ser como ellos.
Recién casada, recuerdo un día que mi madre me dijo: “Nunca te quejes a tu marido por tonterías”, ¡y se me quedó grabado! Y es verdad, muchas veces nos encanta quejarnos en voz alta, y eso es una música de fondo muy aburrida…
Es muy importante cuidar los pequeños detalles del día a día. Como, por ejemplo, sorprenderle con una cena que le guste especialmente, con una mesa bonita; si es de Molecot. O reservar un día a la semana para salir a cenar solos. Que se pare el mundo, porque es muy necesario vuestro momento de estar solos, hablar, compartir opiniones e incluso valorar juntos tantas cosas buenas que luego, en el día a día con los niños, ya es más difícil.».
-Juqui

Inma Manresa, Consultora creativa y estratégica. Founder & Director de IM Signature y IM Café y Micky: llevan 22 años casados y son familia numerosa.
«El matrimonio es como un paisaje con sus picos y valles, amaneceres increíbles, ríos que cruzar y que no deja de sorprenderte cuando crees que ya conoces cada rincón. Es una aventura a la que eliges entregarte cada día junto a tu compañero de viaje. No es un camino fácil, pero que bien merece la pena. Cada pareja es única y no hay una fórmula universal, sino que cada uno construye la suya con mucho amor, respeto y admiración mutua.
En mi caso, ese viaje dura ya 22 años y diría que la clave es que somos equipo, pero respetando la individualidad: compartimos proyecto vital, pero cada uno tiene su propio mundo, hobbies e inquietudes. Existe un gran espacio para la libertad, para compartir lo que te nazca, pero también para no hacerlo si así lo sientes. Es bonito que cada uno tenga su propio jardín que cultivar. Otra de las claves es intentar buscar momentos para los dos. Cuando eres madre o padre de familia numerosa hay muchos momentos de gestión y hay que buscar los momentos de disfrute como pareja: una escapada al año juntos, una cena tête-à- tête, un paseo largo los domingos o al finalizar el día. Y por último, diría que mirarle como lo hacías al principio: recordar que te hizo enamorarte de él. En mi caso, su sentido del humor, porque cuando menos me lo espero, consigue desarmarme y hacerme reír. Y algo que nos funciona a los dos: ¡bailar como cuando éramos novios!».
-Inma
