Casilda se casa

La boda de Carmen de Pablo en Tarifa I

«Su nombre encierra misterio y con la cantidad de gente que me ha preguntado por su trabajo podría celebrarse una boda. Por si aún no la conoces, su historia es la de una chica que, después de muchos años haciendo vestidos de novia en Málaga, recibió el encargo del maravilloso vestido de novia de Federica Barbanelli, dueña de la tienda madrileña Federica & Co. La publicación del vestido en una revista hizo que su trabajo tomara nuevas dimensiones y que este blog recibiera al menos 20 mails preguntando por ella. El vestido lo merecía. Pero esta malagueña discreta continuó su camino como lo empezó: haciendo los vestidos de novia de uno en uno, con mimo, personalmente, sin página web ni prodigarse en los medios y trasladándose Malaga-Madrid cuantas veces fuera necesario».

Así comenzaba el primer post que escribí de la diseñadora Carmen de Pablo, así que podéis imaginar la ilusión que me hizo cuando me enviaron, de Retrato de un Instante, las fotos de su propia boda.

Jaime es de Granada y Carmen de Málaga pero su vida ahora está en la costa gaditana, donde se conocieron años antes de reencontrarse definitivamente por amigos en común. Por eso, querían un lugar que tuviera sentido para los dos y lo encontraron en Tarifa: era el Hotel Hurricane, por esa arquitectura y encanto colonial que les recordaba a una de sus películas preferidas: Casablanca, con ese lujo sencillo y nada ostentoso de la época de los protectorados. Les pareció el sitio perfecto para estar rodeados y arropados por todas sus pasiones.

En principio allí no celebraban bodas pero después de mucho suplicar consiguieron ser la excepción y lograron hacer lo que siempre quisieron. Una boda como si fuera en su propia casa, ya que a los dos les encanta recibir, y querían algo que fuera tal cual, con sus cosas, unas mesas bonitas, buena comida, y buena música.

Como todo en su vida, Carmen diseñó su vestido por impulsos y emociones: «me enamoré del tejido de la gabardina solo al verlo. Era una tafeta bordada, de los años 60, regia y a la vez shabby, perfecta para conseguir la mezcla entre solemne y femenino con pequeños toques y para sentirme muy yo y estar acorde con el sitio. Para el baile elegí llevar bajo la gabardina unos pantalones y un top, de uno de mis tesoros de encaje francés ultradelicado, terminando en una cola de una voile de seda».

«Para encontrar los zapatos nada me convencía, no quería que se comieran el vestido, por los tejidos, así que al final terminé en Puerto Banús dos días antes comprando tres pares: dos azules, unos azul noche de Rochas y otros maryjane de terciopelo en un azul muy especial que acabe encontrando en el pasillo cuando ya me marchaba, de L.K. Bennett. Y otros en satén mostaza», recuerda.

Los pendientes fueron los más sencillos que encontró entre las joyas familiares. También llevó un cinturón con camafeo y malla articulada y un broche de cerámica que descubrió con su madre en el baul de los recuerdos. «Fue un momento muy emotivo porque aunque yo me dedico a esto, quería hacerla partícipe y a ella le divierte muchísimo y siempre fue super creativa a la hora de superponer piezas buenas con mas sencillas».

El ramo estaba entre dos opciones: o unas flores doradas de su amiga Teresa de la Pisa o algo tomado del hotel. En el último momento, eligió algo desenfadado y de la zona que le hizo Jaime de La Buganvilla.

CONTINUARÁ