Casilda se casa

La boda de Sara e Iñigo

Iñigo y Sara se conocen desde muy pequeños. «Era el hermano mayor de Iciar, una de mis mejores amigas desde los tres años. Nunca imaginé que acabaría siendo mi marido… está claro que el destino siempre nos reserva sorpresas», recuerda la novia. Cuatro años después de empezar a salir le pidió matrimonio y decidieron que se casarían solo cuatro meses después, con las complicaciones que eso supone. «Al final todo se hace mucho más sencillo, te complicas menos y te das cuenta de las cosas en las que realmente quieres invertir tiempo».

La novia buscaba alguien que realmente le sorprendiese para su vestido y cuando conoció a Marcela Mansegas y le enseñó los dibujos que había hecho para ella lo tuvo claro. «Creo que la moda es un arte más y admiro mucho la creatividad de las personas que se dedican a ella. Me encantaba ver a Marcela pintar mientras esperaba. Tiene una sensibilidad estética increíble que se ve en todo lo que la rodea. Además, de un equipo maravilloso que se involucra mucho con cada novia».

Quería un velo de tul rígido -«no me gustan los velos que se hacen “bola” cuando la novia entra en la iglesia»-y después de mucho buscar dieron con la solución en El Rastro. «Íbamos buscando una mantilla para utilizar la blonda como bordado y acabamos comprando dos cortinas de tul antiguas. Pensábamos que Marcela nos iba a matar cuando nos viera aparecer con eso, pero le gustó, y consiguió rescatar la mayoría de la blonda y todo el encaje y hacer un velo de dos piezas espectacular».

Ángela, su modista de confianza, hizo los vestidos de sus hermanas, amigas y cuñada. Las hermanas de la novia iban muy parecidas, como si fueran damas de honor. «Me hacía ilusión aunque fuera un poco americanada», se ríe Sara.

La noche de antes de la boda durmieron en el Hotel Palace, allí la peinó y maquilló Manu Fernández. «Mi abuela me regaló dos perlas australianas preciosas con las que Fernando, un amigo joyero de mi madre me hizo unos pendientes muy minimalistas. Al parecer da mala suerte casarse con perlas… pero a mí siempre me han gustado y no soy muy supersticiosa. Tanto que no llevé nada azul ni prestado». También llevó el anillo Trinity Ruban de Cartier, regalo de pedida del novio, y un casquete cuajado de flores de terciopelo y perlitas de Solideo.

Eligieron la iglesia de los Jerónimos por la vinculación familiar que tienen a ella. Los abuelos de la novia entre otros familiares se casaron también allí. La ceremonia la ofició Pepe, compañero y amigo de Manos Unidas de la madre del novio y la música se la encargaron al coro de los Jerónimos. «Fue muy muy bonito, un acierto total hacerlo con ellos. Me quedo con el momento de la Comunión, en la que tocaron Adeste Fideles, mi villancico favorito y el Tamborilero, y el Ofertorio, en el que interpretaron por primera vez el Oboe de Gabriel».

Llevaron nueve niños de arras, les hizo los vestidos y capitas Lucrecia, una vecina de la novia que hace trajes de niños. Las niñas llevaban coronas de pino, hilex y rosas a juego con mi ramo y la decoración de las mesas y los niños bastones de abedul con cabeza a juego.

El novio llevó un chaqué de Mansolutely. «El primer día que vas te toman mil medidas, registran tus datos y puedes encargar trajes o camisas a medida con buenas telas y a precios muy razonables», explica la novia. La corbata era de Indian Lord  y el reloj un Jaeger Lecoultre regalo de pedida. También llevó un pañuelo con un mensaje bordado regalo de sus amigos.

Los novios daban mucha importancia al catering porque, tanto ellos como sus padres, son muy aficionados a la gastronomía. Pescaderías Coruñesas les pareció que era una apuesta segura. Y más después de ver el sitio tan bonito que tienen para celebraciones Finca Albada. De las flores se encargó Aquilea,  el ambiente cuando cayó la tarde, todo iluminado por miles de velitas era mágico.

Las invitaciones y misales los hicieron en Invitarte. La caligrafía la hizo Julia, del taller de Isabel Padilla. «Son todos unos profesionales excelentes. Muy serios y colaboradores y encantadores», recomienda la novia. Las acuarelas de las invitaciones, plano, minuta y misal las hizo Mariate, una amiga suya de bellas artes. También hicieron unas notas de maridaje para acompañar la minuta con ayuda de Félix Lanz, somellier con el que la novia lleva dando clases algunos años y Alberto, un amigo que le introdujo en éstas clases con el que comparte club gastronómico y pasión por el vino.

«Nuestro regalo a los invitados fue una nota personalizada para cada uno. Teníamos casi 400 invitados y lo dejamos para última hora, así que los tres días de antes de la boda nos los pasamos escribiendo. Mereció la pena»

De la música se encargó Play-it, fue un regalo de una de las amigas de la novia. Pinchó Peter, del equipo de Miguel Sagüés y tocó un violinista.

Las fotografías son de Bibiana Fierro.