En mi pedida, Cartier
El blog está, desde hace unos meses, rodeado por un anillo giratorio de Cartier. Siempre he asociado esta marca a una pantera y por eso me encanta que me acompañe en este espacio de Vogue, porque Casilda también tiene un poco pantera. Además Cartier es Cartier, que os voy a contar que no sepáis.
Visité la tienda el otro día para conocer la firma de cerca y en especial su bridal corner. Cartier siempre ha estado presente en historias de amores legendarios como la de Rainiero y Grace Kelly, que celebraron su romance con un diamante de talla esmeralda de 10, 47 quilates, y sus anillos compromiso son todo un clásico. Me probé todos, me enteré de su procedencia y cuidado especialísimo y me deleitó conocer las historias de los vendedores, que me explicaban como atienden a jóvenes inexpertos comprando su primer anillo, con su primer sueldo, y cómo repiten con el regalo por el primer hijo y así se hacen fieles clientes (nota mental: un valor importante a inculcar en un futuro marido es que se haga fiel cliente de Cartier).
Me encantó escuchar historias de novios que dan el anillo a sus novias en el lugar donde se conocieron, aunque sea en el primer Burger King donde quedaron con 15 años, o como una pareja que solía escalar, él se lo dio en plena subida de una pared (yo le ahorco si hace eso). Me pareció un trabajo entrañable y único en el que los clientes ponen infinita emoción, casi tanta como los vendedores.
Los anillos me parecieron un sueño y un acierto seguro. Un diamante de Cartier.
Pero husmeando por la tienda yo decidí que un brillante me haría feliz pero que, si fuera mi pedida, quizás me decantaría por algo distinto como la pulsera Panthère:
O la pulsera Love con tornillos para sellar el cierre
o el anillo Trinity
O ¿por qué no? un reloj como ellos
Es una tentación horrible visitar esta joyería, la realidad es que elegiría cualquier cosa.
¿Vosotras qué preferiríais?
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