Casilda se casa

Ana y su vestido ‘Provenza’

«En Enero de 2018 decidimos que nos casaríamos en Octubre y tenía una cosa muy clara: que por mi forma de ser y entender la boda no me quería distraer mucho con el vestido. Acudiría a una modista y me haría un vestido sencillo, liso, de crepe de seda», comienza explicando Ana, la novia de este post. «No tardé mucho en visitar una modista en Pamplona, y tampoco tardé mucho en despedirme de ella. Lo que yo pensaba que me iba a gustar y a favorecer, fue todo lo contrario. ¿Y ahora yo qué hago?».

Fue entonces cuando, una tarde, su madre y su hermana, por separado, le mandaron una foto de la colección de novias de Intropia (a raíz de este post). «Me probé antes otros dos vestidos más de la colección, por si acaso, y dejé para el final a mi querido Provenza». Y no hubo sorpresa al vérselo puesto porque «era TAN yo que no hubo ninguna duda. Me fui feliz. Ese vestido tenía todo lo que quería pero no era capaz de describir. No se trataba de un vestido exclusivo y a medida, pero estaba claro que era para mí», cuenta la novia.

Por la fecha, la ciudad y el lugar de celebración, decidió abrigar un poco el vestido y por eso decidió llevar velo. Para ello, contactó a través de Instagram con Alejandra Valero, diseñadora del vestido. «Me sorprendió cómo me contestó tan rápido. Sentí su emoción porque llevase uno de sus vestidos y, sinceramente, no me esperaba el trato tan cercano y amable que recibí», recuerda con cariño la novia. Precisamente a partir de ahora será ella la que continuará haciendo colecciones de vestidos de novia que espero poder enseñaros muy pronto.

Para el velo y la tiara fueron a Le Parisién. «Muy auténtica y antigua, con cientos de velos, encajes…». Cuando llegó con el vestido para ver el conjunto, quedaron alucinados, no habían visto nada parecido antes. Se decidieron por la tiara por la historia que les contaron que tenía y la luz que daba a la cara».

Para el maquillaje contó con Maria Sola Orbaiceta, que trabajó en Bobby Brown durante años, pero que estos últimos ha estado trabajando por su cuenta. «Es alucinante lo que hace, se nota que le apasiona su trabajo. No solo saca partido a cualquiera, si no que su trabajo está íntimamente ligado a la salud de la piel».

Llevaba unos pendientes muy sencillos de Aristocrazy.

Sin embargo, la anécdota de ese día gira entorno a los ramos (uno fue para ella y el otro se lo ofreció a la Virgen). El que había encargado no era lo que se imaginaba, así que el mismo día de la boda, y sin saber si estaría abierta tan pronto, llegaron a la floristería El Árbol. «Nos hicieron el favorazo porque estaban organizando ya dos bodas que tenían esa mañana. Se pusieron tres mujeres manos a la obra, y a contracorriente, a trabajar. Era un placer verlas, parece que hoy en día cualquiera puede ser florista y no, ciertamente es un oficio que requiere sensibilidad y formación».

La iglesia de Villamayor de Monjardín era muy austera y decidieron decorar simplemente con verde y velas. Y, desde allí, fueron andando a las bodegas donde se celebraba la fiesta.

En cuanto al peinado, confió en La Peluquequería, «¿sabes la sensación de ir a la peluquería con miedo, con incertidumbre sobre lo que te van hacer, incluso salir disgustada con la promesa de no volver? Me pasé así años y, desde que la descubrimos, todas las mujeres de mi familia vamos allí y es una paz absoluta, esa sensación de haber encontrado el sitio». Escogió un moño bajo, «es muy yo y, aunque, en principio me apetecía arriesgar, a la hora de la verdad pensé que lo mejor era optar por lo que me favorece».

Todas las fotos son de Matt Kolf. «Me encanta haber contado con él y de haberle conocido, estoy muy contenta con el resultado porque además es un tipo muy sencillo y elegante en el trato. Respeta mucho que le hayas elegido en este día y eso se nota. Es súper discreto y, sin embargo, notabas su cariño», explica la novia.

«Me gustaría contarte, en definitiva, que me rodeé de gente muy joven y ajena al mundo de las modas, pero con un sentido de la estética bastante innato desde mi punto de vista y con mucho talento, y esto, al final, es una alegría», termina contándome Ana.