Casilda se casa

La boda de Gabrielle y Carlos en Guadalajara

Carlos y Gabrielle son una pareja muy especial. Él trabaja como director creativo y realizador de vídeo en Studio Bonus y es un gran olfateador, buscador de todo lo que se mueve y un escritor genial. Gabrielle, es diseñadora de moda, trabaja para Intropia, tiene muy buen gusto y es muy creativa. Cuando me enteré de que se casaban, supe que iba a ser una cosa muy especial.

«Desde siempre pensé en casarme en mi casa de campo, donde tengo mis mejores recuerdos en familia, quería que estuvieran presentes en un día tan importante para mí», comienza explicando Gabrielle. «Después de intentarlo, llegamos a la conclusión de que la organización era demasiado complicada y aunque nos costó mucho encontrar un sitio con el que nos sintiéramos identificados, algo auténtico y con carácter, familiar y en el campo… Algo opuesto a un sitio preparado para bodas, por fin apareció». En medio del campo en Guadalajara, encontraron una finca de una familia encantadora que acababa de proponer su espacio para hacer bodas: Finca El Cañal. Una casa colonial que miraba a una plaza llena de árboles, un espacio natural, auténtico y sin pretensiones.

El vestido de novia lo diseñó Gabrielle partiendo de elementos vintage muy dispares entre sí que, al final, se integraron de una forma muy armónica. «Diseñarlo fue todo un reto, nunca me imaginé vestida de novia tradicional. Pero, al final, encontré la forma de llegar a un vestido que fuera un reflejo de mi personalidad.

Siempre supe que no me casaría partiendo de un tejido blanco clásico, aunque tampoco pensé que elementos tan diferentes y de procedencias tan dispares fueran el puzzle de mi vestido». La base de donde partió todo el resto fue un manto de virgen del siglo XVI que tenía un colorido, una historia y una sensibilidad especiales. También, había un bordado con piedras en plata vieja y piezas de encaje de un corsé antiguo que compraron en el rastro.

El vestido se hizo realidad gracias a Mónica Calles. «Ella es una artista, una profesional y, sobre todo, una enamorada de su trabajo». Les presentó una íntima amiga, Vicky y enseguida conectaron, se entendieron y se ilusionaron juntas.

Inés Urquijo hizo el ramo de novia, absolutamente integrado con el vestido, tanto que Gabrielle no lo soltó en toda la noche. Gabrielle destaca de la florista lo maravillosamente sensible y única que es.

Los zapatos llegaron mucho más tarde que el vestido, casi a última hora y también fueron un poco patchwork; «Quería un zapato cerrado de punta y tacón carrete pero con rollo y, finalmente, encontré unos en Uterqüe, tenían una horma ideal. Luego los forramos de lino, les quitamos varias piezas, y les pusimos unos lazos zapateros con las puntas desflecadas, rematados con unos broches en plata que salieron de una pulsera de bisutería de mi madre», explica Gabrielle.

«Nunca pensé en los pendientes, soy un poco desastre; asique me dejé mis aritos de siempre; y el anillo de la pedida, de Bárcena«.

El lazo que se puso en la coleta lo bordó su abuela y madrina.

El maquillaje y peluquería fueron de Gema Ledesma. «Una profesional, muy buena amiga, la conocemos de siempre y la verdad es que no hay otra igual», explica la novia.

El novio se hizo el chaqué en MAN 1924 y llevaba zapatos de Cloking.

Todas las mesas de la cena fueron decoradas por la madre de la novia, con la ayuda de sus amigas Mercedes y Fernanda López de Carrizosa. Gracias a su generosidad y su trabajo todo quedó genial.

«Todo el tema de papelería, lo diseñé personalmente. Invitaciones, libritos de la misa, meseros y minutas. Disfruté muchísimo haciéndolo. El papel y la ilustración me apasionan, quería que fuera personal».

La iluminación de las mesas fue a base de velas y candelabros antiguos, algunos que tenían en casa de Gabrielle, muchos que compraron y otros muchos que les dejaron. De todo el resto de iluminación se encargaron Red Square, amigos del novio, ¡unos cracks!

«El catering se lo encargamos a Isabel Maestre, pioneras, cercanas, y muy profesionales. Enseguida entendieron el tipo de boda que queríamos y prepararon un menú de campo perfecto. Queríamos una gran cena de amigos, y ellas pusieron el buen hacer y servicio de las cosas de siempre».

La ceremonia fue en Nuestra Señora de la Granja, una ermita en medio de un bosque, con un encanto especial. La magia la puso Inés Urquijo. «Primero como persona y, después, con ese diálogo que tiene con las plantas y los espacios, creando una atmósfera que nadie más es capaz de crear. Hizo un montaje donde la naturaleza se apoderaba de la Ermita, que junto a la iluminación y las voces de un coro de niños (Coro Las Veredas), nos hizo sentir que estábamos en un lugar encantado».

«Mi madre y hermanas iban vestidas de T.ba, todo el mundo coincidió en que estaban guapísimas».

Toda la fiesta posterior a la cena comenzó con música en directo de La Banda de Fesser, ¡un puntazo tomarse las primeras copas con ellos! Luego Carlos, el novio, aprovechó para dar una sorpresa a todos tocando la guitarra, junto con su hermano a la batería.

«La fiesta siguió con Gonzalo Borman (be music) como dj, un crack divertidísmo, hermano de una íntima amiga».

La boda la inmortalizaron Pablo Gómez Ogando Assiah Alcazar (fotos) y Kevin (vídeo) también parte de Bonus Estudi, muy amigo de Carlos.
Gabrielle concluye: «Todo quedó muy en familia, todos participamos y quisimos contar con gente que conocíamos; siento que se notaba. Siempre estaré agradecida a todo el mundo que participó en el día más feliz de mi vida. Fue una boda entrañable, en la que no se perdió la esencia de lo que de verdad importa: ¡casarme con el tío más alucinante del mundo!».