Casilda se casa

La boda de Ana y Alex en Ciudad Real

Alex y Ana se conocieron en el hospital, porque son médicos. Tras varios años saliendo, Alex le pidió casarse en una cena en Bilbao el año pasado donde, compinchado con los dueños del restaurante, le regaló un libro con recuerdos de su relación desde que comenzó. «Era San Valentín así que no sospeché nada hasta que al final del libro me puso una canción, había un recorte de papel pegado que definía lo que significaba casarse y se arrodilló con una pequeña caja en la mano», recuerda Ana. Se casaron seis meses después para aprovechar el buen tiempo del verano de este año.

Me enamoré del vestido de Ana en cuanto lo vi en Instagram en la cuenta de Liven Photography. Doble botonadura, mangas farol y un tocado sesentero… Solo podía ser un diseño de Flor Fuertes. «Somos amigas desde que vivimos en el mismo colegio mayor –me explicó tiempo después Ana–. En cuanto Alex me pidió que nos casáramos le pedí a Flor que me lo hiciera. Del grupo de amigas, cada una tiene su estilo y yo soy la de «las tiendas de segunda mano». Nunca me había planteado cómo quería mi vestido de novia, ni mi boda. No quería enamorarme de la idea de casarme si no de la persona con la que me casaría».

Un día Flor encontró una camisa para inspirarse y a Ana le encantó. «Decidimos que llevaría un vestido camisero, casi tobillero, en crepe de seda natural con botones forrados y encima una falda ajustada a la cintura de crepe de seda a la que añadir la cola. De manera que tras bailar el vals con mi padre (y, al final, espontáneamente con mis 7 hermanos) me quité la falda y me quedé fresquita y cómoda. ¡Fue un momentazo!»

El maquillaje y la peluquería, lo hicieron Patricia Pérez Badiola y Cristina Libertad.

Rebuscando en las fotos de boda de su madre, le pareció perfecto inspirarse en el tocado que llevó ella. Con la foto de la boda, fue a Mimoki, en Madrid, y allí se lo replicaron. El velo de tul de seda salía por encima del recogido del pelo.

Llevó unos pendientes de su bisabuela materna, Mercedes, con diamantes de talla antigua. Pero para la noche, los cambió por otros más informales que encontró en Mimoki.

La historia de los zapatos es anecdótica: «Quince días antes de la boda, pasé por delante de una tienda que no conocía en Serrano, Miss García. Me resistí a entrar, pero al ponerse el semáforo en rojo aproveché para ojear. Vi unos zapatos granates que me gustaron pero el único que tenían en mi talla era rosa clarito ¡Ese zapato estaba hecho para mí!

El ramo también tiene historia. «El que encargué no me gustó absolutamente nada, así que decidí que no lo llevaría ramo. La mañana de mi boda justo llegaron dos ramos de rosas blancas con tarjetas firmadas: «nos vemos en un ratito, tu futuro marido». Una vez vestida, y lista para salir (tarde) a la iglesia, corrí a la sala de herramientas que tiene mi padre en casa, cogí unas tijeras del jardín y corté los tallos de uno de los ramos que Alex me envió esa mañana. Envolví con rafia la empuñadura (rafia que era la bolsita de un bikini de Rockinhorses) y nos montamos en el coche, un Ford de 1927 que un amigo de mi familia, coleccionista de coches antiguos, nos había prestado», recuerda Ana.

«Tengo 18 sobrinos, y algunos en camino, porque somos una familia muy numerosa.  Al ser la pequeña siempre he jugado muchísimo con mis sobrinas y eso se notó en la boda. Quise que todos me acompañaran. Flor Fuertes diseñó los vestidos de arras fresquitos, diferenciándolos por edades aproximadas con diferentes modelos. Los acompañamos con unas coronas que también hizo Flor con paniculata y olivo»

La ceremonia se celebró en la Catedral de Sta María del Prado. La iglesia, que únicamente vestí con los libritos, los hizo Clara Lozano.

A la iglesia, Ana llevó un pañuelo de encaje de bolillos de Almagro, de su madre, y un abanico pintado a mano que le habían regalado. «Lo del pañuelo fue pensando en lo llorona que soy, pero no lo usé, no paraba de sonreír de felicidad. Fue un complemento más».

Lo celebraron en La Encomienda (La Alameda) en el campo de Calatrava. Una finca con un patio precioso y con una comida buenísima

» Tras organizarse con el Dj, a mitad de noche, mis sobrinos prepararon con un baile sorpresa que llevaban semanas ensayando sin yo saberlo. Fue lo único con lo que lloré en toda la boda. Mi sobrina Alejandra, la mayor de todas con 12 años, hoy cumple los 13, fue una organizadora diez con tantos pequeñajos».

La novia quiso tener un detalle con su padre que es gaditano y le sorprendió con un espectáculo a la luz del atardecer, de dos bailaoras que fueron desde Madrid, Claudia Niebla y Verónica Marco. «Añadimos una canción dedicada a Alex aunque nadie lo supo salvo él y yo», recuerda Ana.

El broche final de los recuerdos de este día lo pone Ana: «Fue un día como no me había imaginado jamás. Supongo que el esfuerzo que hicimos se notó y el cariño de la familia y amigos hizo que fuera el día más divertido que recordaré».